La “chilena” es cosa de vascos
Palmira OYANGUREN
¡Un lujo! ¡una obra de arte! ¡qué espectáculo! se escuchaba vociferar desde las graderías mientras en el campo de juego, Ramón Unzaga Asla, hacía una tijera con sus piernas y retornaba el balón de espaldas al arco contrario. Era el año 1914.
Los inicios del fútbol en Chile se remontan al siglo XIX, cuando este juego desembarcó en los principales puertos del país junto a la tripulación de las naves británicas. Y a poco andar, el balompié se transformó en una de las manifestaciones deportivas importadas de mayor popularidad. Fue precisamente en uno de estos puertos donde comienza esta historia…
Cuando aún era un adolescente, Ramón Unzaga, debió dejar atrás Euskadi y su ciudad natal, Bilbao, para emigrar junto a sus padres. Luego de un largo viaje por barco, la familia Unzaga Asla llegó a las costas chilenas y se asentó en el sur del país, en la VIII Región del Bío-Bío.
Ya establecido en el lugar, el joven Unzaga terminó sus estudios primarios y comenzó a trabajar en el departamento de contabilidad de la mina Schwager, gran productora de carbón que abastecía a casi la totalidad del consumo del país. Sin embargo, su gran pasión era el fútbol y no pasó mucho tiempo para que fuera reconocido entre sus compañeros como un gran jugador de balompié.
En el año 1912, una delegación deportiva de Talcahuano, impresionada por la tremenda calidad del joven vasco lo integró al equipo. Unzaga cumplía 18 años. Aquí comienza su brillante carrera futbolística. Adopta la nacionalidad chilena y se convierte en una de las principales figuras en vestir la casaquilla nacional.
Por aquellos años, Talcahuano aportaba de su cantera a la mayoría de los jugadores de las selecciones chilenas, especialmente dirigidas por el entrenador uruguayo Juan Bertone. Se ganó en el ambiente nacional el apelativo de la “Escuela Chorera”, debido a la calidad técnica y talentosa de la selección blanca del puerto, campeona por varios años del Título de Chile.
La “chilena o chilenita”
Ingenuo por falta de roce, débil por falta de apoyo, confundido por una proliferación de ligas que antes escaseaban y que lo ahogaban, el fútbol chileno sale a los campos a recorrer caminos de doloroso aprendizaje apoyado en un coraje y un fervor que lo mantienen de pie y con dignidad. Así es el fútbol amateur en el Chile de 1910 a 1924, donde la gran atracción popular es la selección nacional. Comienzan a proliferar las primeras figuras populares llamadas a hacer historia. Entre ellas, un vasco: Ramón Unzaga Asla.
En el año 1914, mientras Europa se sumía en una cruenta guerra, Unzaga, en el estadio El Morro de Talcahuano, comenzó a lucir una espectacular jugada, reconocida y admirada hasta nuestros días en todo el mundo. Con coraje y decisión lanzaba su cuerpo al aire, de espaldas al suelo, y sus piernas disparaban la pelota hacia atrás, en un repentino vaivén de hojas de tijera. Como pertenecía a “La Escuela Chorera”, en un primer momento se le conoció con el apelativo de “la chorera”.
Con la organización del sudamericano de fútbol de 1920, cuya sede fue Chile, la selección dio un gran paso en su desarrollo. Contrató a un entrenador, hizo planes, movilizó a la ciudadanía y lució por primera vez su camiseta roja. Como en Santiago aún no se contaba con un estadio, el escenario fue el balneario de Viña de Mar en el Valparaíso Sporting Club. A este lugar, ubicado en la V Región, llegaron las selecciones de Brasil, Argentina y Uruguay.
“En lo futbolístico, la gran novedad es la presencia masiva de jugadores venidos del sur del país, lo que constituye la primera aparición de un poderoso fútbol regional y testimonia, al mismo tiempo, el grado de expansión del fútbol en el territorio. Los nombres de Elgueta, France, Horacio y Bartolo Muñoz, Víctor Toro, Unzaga, Sánchez, Varas, Sáez, Bustos, Domínguez, de clubes de Talcahuano y Concepción, son reconocidos y respetados por los aficionados de todo el país”. (“Centenario historia total del fútbol chileno”, Edgardo Marín)
La otra gran primicia es la presencia de un entrenador al frente de todo el trabajo de la selección, lo cual implicaba, además, la contratación de un profesional en un medio donde la mayoría luchaba decididamente contra el profesionalismo.
Así se llega a la gran jornada inaugural del 11 de septiembre con gran movimiento en las estaciones de Valparaíso y Viña. Es, por cierto, un acontecimiento ciudadano y el primer desafío organizativo internacional para el fútbol de un país al que se considera, precisamente, organizado, pero que no tiene roce competitivo. Así lo demostrarían los resultados de la competición. Si bien Chile no logró un buen desempeño y Uruguay se vistió de vencedor, es en este campeonato donde Unzaga vuelve a repetir su ya clásica jugada e inscribe su nombre en la historia del fútbol, después de que un grupo de periodistas argentinos la bautizara con el nombre de “la chilena”.
En todos los sudamericanos de fútbol donde participó Unzaga, su jugada fue vista y admirada por uruguayos, argentinos y brasileños, quienes también la aprendieron, practicaron y difundieron por todo el mundo. Si bien recibió tentadoras ofertas desde el extranjero, prefirió quedarse en Chile y en el equipo de sus amores: el Estrella del Mar de Talcahuano.
Estadio el Morro de Talcahuano
Desde agosto de 1966 está pendiente el decreto que declara al estadio El Morro de Talcahuano Monumento Nacional, ya que es uno de los recintos deportivos más antiguos del país y Sudamérica. Los porteños insisten en concluir los trámites para mantener en el tiempo la calidad de espacio deportivo del antiguo recinto y para rebautizarlo con el nombre de: Ramón Unzaga Asla.
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