Raimundo Bilbao: "Mi vida en la isla de Robinson Crusoe es un autoexilio"
Palmira Oyanguren M.
Durante 1993 este vasco chileno decidió naufragar en las lejanas costas de la Isla de Robinson Crusoe, situada a 667 Km. del continente, frente al puerto de Valparaíso. Su amor a primera vista de una de las más bellas reservas naturales del mundo y único lugar habitado del Archipiélago de Juan Fernández, ha hecho que Bilbao esté totalmente decidido a rescatar la cultura y la identidad de este místico territorio.
Acompañado de una humeante taza de café, Raimundo Bilbao, se remontó a sus orígenes.
“La familia de mi padre llegó a Chile desde Bermeo alrededor de los años 20. Como allí existía el tema del mayorazgo los menores tuvieron que buscar nuevos rumbos y se repartieron por toda América. Mi abuelo montó en Chile una fábrica de zapatos y luego, cuando logró hacerse de una pequeña fortuna, trajo a su mujer y a sus hijos. Mi padre y sus hermanos estaban internos en un colegio de Santiago y cuando mi abuelo murió y se quemó la empresa, comenzó la debacle. Estos imberbes se dedicaron a la gran vida y a despilfarrar todo el dinero”.
Desde muy pequeño comenzó su curiosidad por conocer la historia de sus ancestros.
“Aunque en mi casa la verdad es que se perdió el nexo con el País Vasco, seguramente por las malas condiciones en las que salieron, yo tuve la inquietud de ir más allá. Cuando viajé a Europa no dudé en ir a Bermeo, pero mi llegada coincidió con la festividad de Santa Eufemia y era tal el revuelo que había en el pueblo que se me hizo muy difícil contactar con mi familia. La próxima vez lo voy a hacer sí o sí, ya que quiero cerrar el círculo de mi historia”.
Un sitio de leyenda
El destino llevó a este publicista de profesión a llegar a uno de los lugares más inhóspitos del país.
“Junto a un grupo de amigos hicimos un paseo por un balneario cercano a la capital. Mientras caminábamos por la costanera me llamó la atención una antigua máquina de coser que vendía un hombre en una especie de feria. Comencé a regatear el precio y, no recuerdo por qué, salió el tema de los viajes. Él me dijo: “le apuesto que no conoce el Archipiélago de Juan Fernández”.
La verdad es que para mí era sólo un punto que aparecía en el mapa, pero desde ese minuto se convirtió en un objetivo. Luego de un tiempo tomé la decisión de partir. Llegué al puerto de Valparaíso para tomar el barco y me encontré con una goleta de 30 metros, ¡no podía creer que en aquella embarcación iba a cruzar el Pacífico! y acompañado sólo por el capitán y su joven ayudante.
En el minuto que puse un pie en el barco comencé a vomitar, el capitán me vio tan mal que me dio dos opciones: “cómo prefieres marearte: con o sin alcohol”; y nos agarramos tal borrachera que el practicante que manejaba el timón se alejó de la ruta trazada. Después de una semana, y ya en un estado catatónico, tuve la maravillosa experiencia de ver las luces y el humo que emanaba de las chimeneas de la Isla.
Un mes permaneció en este lugar en donde se enamoró de sus parajes, de su gente y de su historia.
Proyecto cultural
Luego de un tiempo decidió volver para buscar un terreno y realizar algún proyecto relacionado con la cultura y el turismo.
“Así nació la idea de ir a la Isla con un grupo de importantes pintores chilenos, como Samy Ben Mayor, Bororo, Matías Pinto, Pablo Domínguez, Sebastián Garretón, Sebastián Leyton, Mario Toral, entre otros, para que ellos registraran con su pincel la geografía, la cultura, la historia, su gente, sus actividades… Amasé el proyecto y hablé con la UNESCO y otras instituciones, como el Ministerio de Educación de Chile y poco a poco fui recolectando el dinero para hacer la primera etapa del proyecto. Fue todo un éxito”.
En este minuto, Raimundo Bilbao, trabaja afanosamente para hacer realidad la segunda etapa, la que consiste en exponer al público las obras de tan reconocidos artistas chilenos. La muestra llevará por nombre: “Isla Robinson Crusoe: Un viaje al interior”, durante junio de 2004, en la que se incluirán paneles informativo, planos fotos cuentos, entre otros. Además se maneja la posibilidad de realizar un libro para dejar plasmado todo el inicio y desarrollo del proyecto. Por otra parte UNESCO se ofreció para llevar la exposición a Europa. “La invitación está, ahora tengo que conseguir el financiamiento”.
Isla de Robinson Crusoe
Tal como la describe el relato que lleva su nombre, la isla Robinson Crusoe es un "fascinante paraíso perdido". La Isla nació de diversas explosiones volcánicas que dieron vida al archipiélago de Juan Fernández, el que fue descubierto un 22 de noviembre de 1574 por Juan Fernández, quien buscaba una ruta menos difícil entre los puertos de Callao, Perú y Valparaíso, Chile. El marino cambia su derrotero y accidentalmente avista las islas por vez primera, nombrándolas islas de Santa Cecilia y Santa Clara.
Entre los siglos XVI y XVIII las islas fueron bastante visitadas por diferentes exploradores, piratas y corsarios. Estos navegantes llegaban a Robinson Crusoe a reabastecerse de víveres frescos, agua pura y recuperarse del escorbuto, el que sufría su tripulación luego de la difícil tarea de cruzar de un océano a otro. Marinos importantes que recalaron en Juan Fernández fueron: los holandeses Le Maire, Schouten y Roggeveen, los ingleses Bartolomeo Sharp, William Dampier, Cook, Edward Davis, Woodes Rogers , Shelvocke, Clipperton, y Lord George Anson, Almirante de la Real Marina Británica. Entre ellos destaca el más famoso de todos; el escocés Alexander Selkirk quien es abandonado en completa soledad en Robinson Crusoe en el año 1704 y más tarde rescatado en 1709. Su increíble historia inspiró al cronista inglés Daniel Defoe a escribir su famosa novela "Robinson Crusoe" en 1719.
Las islas se convierten en el perfecto refugio para estos marinos que luego zarpaban hacia las costas de Chile en busca de riquezas para sus coronas.
Recién en el 1750 el gobierno español decide colonizarlas. Llegan 171 colonos. Comienza la construcción del fuerte Santa Bárbara. Su primer gobernador, Juan Navarro Santaella, bautiza el poblado como "San Juan Bautista". En el 1779 la isla contaba con 40 casas.
La naturaleza la dotó de 4.711 hectáreas que se extienden en 22 kilómetros de largo por 7 de ancho. En esta superficie se puede encontrar especies vegetales endémicas, existiendo 146, de las cuales 101 sobreviven exclusivamente en este archipiélago; y animales como el lobo de dos pelos o el picaflor rojo, que son únicos en la zona. Esto motivó a las autoridades mundiales a declararla como Parque Nacional y Reserva Mundial de la Biosfera. La Isla Robinson Crusoe es la única del archipiélago que tiene una población permanente, concentrada en la ciudad de San Juan Bautista y sus alrededores. La economía local se basa en la pesca de langosta, especie característica de fama mundial.
El tiempo dejó su huella en la Isla. Aún quedan vestigios de las visitas de los piratas, lugares donde temibles corsarios ó deportados rebeldes dejaron los registros de lo que pudieran ser lugares de escondite de botines e historia. Uno de esos lugares son las cuevas de los patriotas. Este lugar fue ocupado por los deportados durante la reconquista española y tiene importancia histórica, ya que sirvió de refugio a célebres próceres como Cienfuegos, Egaña y Eyzaguirre. El fuerte Santa Bárbara es la única fortaleza española de la isla con probabilidades reales de ser restaurada. Ubicado en el pueblo San Juan Bautista, este tipo de fortificaciones, en especial aquellas construidas en la Bahía de Cumberland, se insertaron dentro de los planes defensivos españoles de mitad del s. XVIII para las costas americanas. Este fuerte está construido con material de piedra y posee 15 cañones de distintos calibres.
Los vascos y la Isla
Durante el siglo XIX se designa como subdelegado al suizo Alfredo de Rodt, quien coloniza la isla con 37 pobladores del sur de Chile, incluyendo 7 mujeres y 10 niños.
Como debía cancelar al Estado chileno un arriendo llevó a un grupo de familias para que trabajaran para él. Entre las más conocidas se destacan los Arredondo y los Recabarren, las que venían de Constitución, cuidad que antiguamente llevaba por nombre: “Nueva Bilbao”. Y hoy, ambas son unas de las familias más importantes de la Isla.
“Quizás fue a través de ellas que llegaron al lugar un tipo de embarcación bien particular, única en Chile, para la pesca de langosta; es un bote de dos puntas muy similar a las traineras. Lo cierto es que la mayoría de los residentes no conocen esta y otras historias, por este motivo creo que es fundamental que ellos retomen su origen. Este lugar no tiene población original y todas las personas que allí viven son del continente. Están sometidos a un constante cambio en su cultura en función de los estímulos externos y esto va haciendo una identidad cambiante, difícil de describir, pero necesaria de rescatar y potenciar.
La isla para mí es un verdadero autoexilio, disfruto con su clima, con su gente, con su paisaje y estilo de vida, pero no podría vivir allá. Necesito estar en un constante ir y venir, porque la Isla te ahoga, lo mismo le pasa a los habitantes del lugar, quienes veranean sagradamente en el continente. La Isla es mi lugar de escape donde puedo evadir el sistema en el que estamos insertos. Allá todos somos iguales, nadie te mide por cuánto dinero tienes o por tu apariencia. Sólo eres uno más de un grupo de hombres que intentan sobrevivir en un lejano e inhóspito pedazo de tierra”.
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