Gabriel Uribarri: "La vida duele"
Palmira Oyanguren M.
Este artista de apariencia imponente y mirada profunda maneja una sensibilidad que bordea la angustia. Su obra es fruto de un verdadero desgarro del ser y pareciera que en ello, efectivamente, se le fuera la vida…
A sus 47 este profesor universitario relata siempre la misma historia a sus alumnos: "Cuando llegué a la Escuela de Arte de la Universidad de Chile y pasé por primera vez bajo su puerta, en el año 1986, dije "quiero ser famoso". Si bien esto suena de una ingenuidad importante cada vez que puedo se lo repito a los más jóvenes. Al poco tiempo aterricé y me di cuenta que los artistas éramos marginales y que lo de la fama era sólo una calabaza vacía, una cáscara. Desde ese minuto comencé internamente a levantar un andamio de conocimientos y de sensibilidades".
Gabriel Uribarri reconoce que su trabajo artístico es autobiográfico. "Nací el 27 de septiembre de 1956 y llegué acunado por los árboles, tierra y plantas de la parcela de mis padres. Siempre me he considerado muy campesino, soy un tipo bastante tosco y con una gran sensibilidad por la naturaleza. Además, pienso que mi infancia también marcó mi ideología, con una preocupación por las personas más necesitadas o por aquellos que sufren. Esto se ve también en mi arte".
En su casa nunca abundó el dinero, por lo que la imaginación jugó un rol importante. "Con mis hermanos construíamos nuestros propios juguetes. Las ramas, las piedras, el barro, eran nuestras materias primas para crear un imaginario. Un día éramos indios y nos pintábamos el cuerpo, nos poníamos plumas y nos colgábamos de los árboles a unas alturas increíbles… fueron momentos inolvidables". Su abuelo paterno ayudó a marcar en él esta capacidad de alejarse de la razón y de acercarse a los imposibles. "Mi abuelo paterno, Ignacio Uribarri, nació en Bilbao, específicamente en Getxo. Era un hombre inmenso de 1.90 cm., pero de una bondad y transparencia espectaculares. Producto del "mayorazgo" y del servicio militar, que en aquel entonces debían hacer en África, decidió buscar su destino en América y llegó hasta Bolivia. Allí conoció a mi abuela - una boliviana con rasgos indígenas y de apellido vasco- con quien partiría a Chile algunos años después. Me acuerdo que nos contaba a mí y a mis hermanos unas historias increíbles, algunas de las cuales, me imagino, habrán sido inventadas o noveladas".
Despertar del alma
Al terminar su educación básica en colegios fiscales gratuitos tomó la decisión de entrar a la universidad. "Salí del colegio con una desorientación muy grande y estudié Ingeniería en Minas en Copiapó. No me fue bien y al poco tiempo me echaron, pero comenzó a picarme el bichito del arte con los ramos de dibujo y mineralogía, aquí aparecieron mis primeros rasgos estéticos".
Su segundo intento en la universidad fue más auspicioso y se tituló de Técnico Textil. "Poco tiempo tuvo que pasar para darme cuenta que yo no podía estar encerrado en una industria. Son verdaderas cárceles humanas, con trabajadores que hacen tres turnos durante toda su vida para finalmente salir con unos pocos pesos y reventados".
Un hecho externo lo ayudó a tomar una de las decisiones más importantes de su vida. Durante la crisis económica de los años 80 muchas de las empresas textiles de nuestro país tuvieron que cerrar sus puertas. "Un día lluvioso de invierno iba en un bus de la locomoción colectiva convertido en un zombi. Nunca se me va a olvidar, estaba sumido en una amargura terrible. En ese minuto dije ¡esto se acabó!, voy a estudiar lo que verdaderamente me haga feliz".
Luego de cursar su primer año de carrera en la escuela de arte, optó por la especialidad de grabado. Si bien le interesaba de sobremanera la escultura se vio un poco forzado a elegir aquella formación que no fuera tan costosa. "No me arrepiento, porque gracias a eso aprendí a amar el dibujo. Igual hice de forma paralela esculturas en fundición, por lo que también me formé como un escultor".
Cuando regresó de la Universidad un profesor lo invitó para que fuese ayudante de dibujo y fotografía. Luego concursó y aprobó para ser ayudante oficial de las dos áreas. Finalmente, hace ya tres o cuatro años, su esfuerzo y calidad fueron reconocidos convirtiéndose en profesor titular de ambos ramos.
Actualmente es profesor de dibujo en segundo y cuarto año de la Universidad de Chile; profesor de fotografía en el Instituto Arco; y profesor en la Universidad del Pacífico.
Dolor y soledad
Además de su trabajo académico, Uribarri llena su vida con la creación. Los grandes lineamientos de su trabajo artístico tienen que ver con la soledad y el dolor. La soledad entendida como carencia de apoyo y afectos, y el dolor englobado en su doble dimensión: física y espiritual. "Yo me considero un existencialista. La vida me duele, tanto por lo que me hacen o dicen, como por lo que yo hago o digo a los demás".
"Mi exposición de autorretratos tuvo que ver con la imagen externa que las personas tienen de mí. El mundo veía un hombre grande, con una cara un poco prepotente, como un ogro, con ojos demasiado expresivos, con una severidad al hablar. Una imagen que asustaba. Y por otra parte, yo me sentía totalmente al revés, delgado, pequeño, amoroso, tierno…".
"Uno de mis últimos trabajo se llama: Material de Residuo y Espacios Marginales. Yo soy un espacio marginal como ser humano y también como artista. Soy un solitario y estoy al margen de un circuito de arte, de una relación social artística".
"Estas fotos son colas de diapositivas las que manipulo en el computador y las imprimo en grandes formatos. La idea es mostrar cómo un material que en lo cotidiano se deshecha, se rescata y se convierte en un eventual paisaje, dividido por un horizonte que inspira soledad y tranquilidad".
"Mi idea es pasar los últimos días de mi vida en una casa en altura frente al mar. Es muy bonito pensar que de ser vertical finalmente quedaré tendido en el horizonte, y me hundiré en él hasta desaparecer fundido en la naturaleza".
"Este trabajo es la segunda parte de mi autorretrato. Pretendo hacer una instalación con estas fotografías donde quiero expresar tres etapas de reflexión. La primera se refiere a la piel como el lugar donde queda depositada nuestra experiencia. El tiempo deja una suerte de huella sobre el cuerpo y esta es una marca con dolor.
La segunda etapa consiste en mostrar una fotografía que tengo de pequeño, para evidenciar que es aquel inocente quien hoy expone su piel. Y en la tercera lectura, pretendo insertar una frase en una larga línea esculpida, que puede decir algo como: "Madre por qué me has abandonado"; por mi educación mariana y por la reciente muerte de mi madre.
El título tentativo de la muestra es: "Pido perdón", no podría irme de esta vida sin pedir perdón a todos las personas que he hecho sufrir. Pedir perdón también es doloroso".
"Mi tercer proyecto es la exposición de 15 años de registros de muros en distintos pueblos y ciudades, donde rescato zonas o detalles que quedan en ellos. Los muros al igual que la piel nos cuentan el devenir y el desgarro de una ciudad".
"Mis esculturas son todas figuras solas, muy largas y delgadas, que miran hacia el horizonte con una suerte de ensimismamiento". "El trabajo de Chillida y Oteiza han llamado siempre mi atención, ellos son unos de mis escultores favoritos.
Por otra parte, el arte del paleolítico y neolítico vasco me parece alucinante. Aquellas creencias ancestrales en estrecho vínculo con la naturaleza creo que han influenciado fuertemente al vasco y al artista vasco, hasta el día de hoy".
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